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POEMAS DE CONCHI BROX

ES EL VIENTO

Aquella pequeña estrella
en este inmenso cielo...
te la regalo luego
cuando me hayas amado.

Recogeré mis alas
de tu piel impregnadas
en aromas de montes
y aguas de las veredas.

Te encontraré cautivo,
sin guiones, sin miedos
y cogerás tú mi mano,
me arrastrarás con tu aliento
hacia ti como nunca,
por entre acantilados,
arenales, caminos
valles, respiraderos...

Y mi pelo revuelto,
tan lleno de tu esencia,
enlazado en mil cintas,
envolverá tu cuerpo.

Comprenderás de pronto,
viento mío del norte
que tú y yo siempre juntos,
que tú y yo siempre eternos,
que tú y yo solamente,
solo tú, solo eso...


TE QUIERO

Te quiero
sin más...
por tu cálida voz que atempera mi alma
y la reconforta...
por tus ojos fijos en los míos
por tu aroma a miel de las colmenas de mi cuerpo.

Te quiero
así...
sujetándome entre tus miedos,
estrechándome contra tu pecho
mientras el huracán de mi vida
arrastra las decepciones y los oscuros secretos.

Te quiero
con...
el deseo de amarte y robarte
cada palabra triste,
cada amanecer en tu silencio,
cada pequeño gesto de este misterio.

Te quiero
a ciegas
caminando al borde de este precipicio
sin espera,
sin sosiego,
sin protección alguna,
solo tú, yo y nuestro cielo.

Te quiero, amor,
aunque solo existas
en aquella esquina de mi pensamiento.


TU CORAZÓN

¡Qué loco corazón,
tu loco corazón!

Sube y baja sin compás,
se ahoga en mi pecho,
salta y salta,
no tiene dueño,
no tiene dueño.

Se lleva tras de sí
las hojas amarillas del pensamiento,
dejando vacías
las rendijas de mi esperanza...

¡Qué loco corazón,
tu loco corazón!

Tengo frío en mis manos,
tengo abierta la herida de mi alma,
tengo silencios llenos de silencios
y preguntas sin respuestas.

¡Qué loco corazón,
tu loco corazón!

Traspasa los cimientos de mi confianza,
elude los controles de mi pequeña calma.
¡Qué loco corazón,
tu loco corazón!

Me rescatan mis amores infantiles
y me llevan al paseo de la vida
... y me estremezco.

¡Qué loco corazón,
tu loco corazón!

Es el olvido,
el olvido y la nada,
la nada y el hastío,
el hastío y el silencio...
nuestro silencio.


LA MAÑANA

¡Qué triste está la mañana
con tu espíritu tan lejos!
perdiéndose en las laderas
y en los valles de mi cuerpo.

¡No te siento!
¡No te siento!

Y te adentras en mi alma
y cada vez que te veo
en el horizonte oscuro
del pasado y del encuentro,
te me antojas un fantasma.

¡No te siento!
¡No te siento!

Acorrálame en tu calle,
hazme jurar que te quiero,
no lamentes que te lleve
en el corazón... tan dentro.

¿Qué te pasa vida mía?
¡No te siento!
¡No te siento!

Amanece bien temprano
en los ojos del recuerdo.
Como los niños enfermos,
quiero soñar con el cielo
y rasgar de madrugada
los violines de los tiempos
y que todo sea tan claro
como el amor que te tengo.

¿Qué te pasa vida mía?
¡No te siento!
¡No te siento!


TÚ Y YO

Eres mi playa desierta
y yo una ola traviesa
que se convierte en espuma
rompiendo en mil volteretas
mientras te mira de cerca.

Te recorro palmo a palmo
como cortina de fuego.
Me aprieto contra tu pecho
y te dejo despacito uno a uno mis secretos:
conchas cargadas de amor,
pececitos, berberechos,
alegres caracolillas de arco iris, sortilegios...
Cuando inicio de repente
el retiro hacia mi lecho,
clavo cristales en tí,
te hago surcos,
me entremezclo,
para que así me retengas
y no me vaya muy lejos.

Y tú, que me esperarás
¡Vuelve pronto!
y yo me alejo...


TORO

No dejes toro
que te entierren
en este amargo duelo
que es la vida,
ni vengan a por ti
manos oscuras,
ni risas traicioneras,
taciturnas.

Arriba, toro,
arremete,
ve,
tus astas son
como dos malparidas
que taladran el silencio
buscando un mar de sangre,
una cosecha,
un nido,
un manantial,
una arboleda.

Patea y muerde el polvo,
toro,
revuélcales la frente de sus males
en podredumbre fría y desatenta
de dientes, palos, teclas y liturgias.

Valiente, varón
de abundante fuego,
cuélgales la capa de sus vidas
y el telón de su acento asalvajado,
que por sus ingles salga su aventura
de codiciosos héroes triunfalistas.

No toro,
no retires tu mirada,
adéntrate, levántales sus tumbas,
sus requiem con sus hijos
y sus viudas.

Ni tienes hiel ni frescas margaritas,
tú eres el cuchillo de la muerte,
profeta ceniciento, cortesano,
podrás llegar a ellos
con astucia,
aplastando el cieno
con tus labios, toro,
con tus labios.


CARLOS

Tu nombre es
Carlos
... y no existes;
patria de mi cuerpo,
dolor, que inundas mi herida,
sigo estando
en este mar de tinieblas,
Carlos...

Tierra del naufragio,
dorado,
zapato,
piel,
espejo,
sed.

Olvido de un mañana,
de un futuro incierto
y desgraciado.

Donde llegan mis palabras
muere una esperanza,
Carlos...

Si la cal que tapa mi boca
perdiera,
desde la cumbre mas alta
abrazaría el cielo,
Carlos...

Linea aspirada,
brazos desnudos,
puño abierto,
voz violeta,
cristal oblícuo, Carlos,
Carlos...


Concepción (Conchi) Brox Martorell es médico con ejercicio en Dílar (Granada, España) y desde siempre aficionada a la poesía. Como poetisa amalgama en sus poemas sus vicencias como médico, directamente en contacto con el sufrimiento humano, con el amor, la vida y la belleza.
Su poesía, de estilo elegante y gran sonoridad, combina una honda sensibilidad con una desgarradora dulzura.

© Concepción Brox Martorell


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