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FÁBULAS DE SAMANIEGO

EL LOBO Y EL PERRO FLACO

Distante de la aldea
iba cazando un perro
flaco, que parecía
un andante esqueleto.
Cuando menos lo piensa,
un lobo lo hizo preso.
Aquí de sus clamores,
de sus llantos y ruegos.
«Decidme señor lobo:
¿Qué queréis de mi cuerpo,
si no tiene otra cosa
que huesos y pellejo?
Dentro de quince días
casa a su hija mi dueño,
y ha de haber para todos
arroz y gallo muerto.
Dejadme ahora libre,
que, pasado este tiempo,
podréis comerme a gusto,
lucio, gordo y relleno».
Quedaron convenidos,
y apenas se cumplieron
los días señalados,
el lobo buscó al perro.
Estábase en su casa
con otro compañero
llamado Matalobos,
mastín de los más fieros.
Salen a recibirle
al punto que lo vieron.
Matalobos bajaba
con corbatín de hierro.
No era el lobo persona
de tantos cumplimientos,
y así, por no gastarlos,
cedió de su derecho.
Huía, y le llamaban;
mas él iba diciendo
con el rabo entre las piernas:
«Pies, ¿para qué os quiero?»

Hasta los niños saben
que es de mayor aprecio
un pájaro en la mano
que por el aire ciento.

© El huevo de chocolate


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